Leviatán: El Dragón de las Profundidades y Guardián del Caos


Entre las sombras del folclore antiguo y las raíces del pensamiento religioso occidental, hay un ser demoníaco que ha sobrevivido como símbolo de terror insondable, de caos sin forma y de la serpiente primordial que acecha bajo la superficie del mundo conocido, el monstruo Leviatán. En las antiguas escrituras y en la literatura demonológica, Leviatán no solo representa a un monstruo marítimo de inconmensurable poder, sino también una fuerza cósmica de destrucción que se oculta tras los velos del mar, del subconsciente y del pecado.
 

El origen bíblico del monstruo

El nombre Leviatán aparece por primera vez en la Biblia hebrea, específicamente en el Libro de Job (Job 41), donde se le describe con una fuerza poética abrumadora, un ser imposible de domar, cubierto de escamas impenetrables, de fauces humeantes y aliento incandescente. Allí, Yahvé lo presenta como una de sus más temibles creaciones, una bestia que nadie puede vencer. Pero más allá de la descripción mitológica, Leviatán comienza a adquirir un peso simbólico más profundo, porque se considera la representación del caos primordial que Dios venció durante la creación del mundo. En la cosmogonía semita, el mar era un símbolo del caos, y Leviatán, como dragón marino, encarnaba ese desorden que debía ser sometido por el orden divino.

El pasaje bíblico de Isaías 27:1 es aún más directo: "En aquel día, el Señor castigará con su espada dura, grande y fuerte a Leviatán, la serpiente veloz, a Leviatán la serpiente tortuosa; y matará al dragón que está en el mar". Aquí se establece una relación entre el monstruo y la oposición al plan divino, transformando a Leviatán en una figura casi satánica, el enemigo del orden divino, el destructor oculto.


Pero Leviatán no es una figura exclusivamente judeocristiana. En muchas otras culturas del Cercano Oriente, encontramos monstruos similares que simbolizan el caos acuático. En la mitología babilónica, Tiamat —una diosa-dragón del océano primitivo— es derrotada por el dios Marduk para crear el mundo. En la tradición cananea, Lotan es una serpiente de siete cabezas que también es vencida por el dios Baal. Ambas historias se asemejan al relato de Leviatán, y de hecho, los estudiosos creen que su figura bíblica pudo haber sido influenciada por estos relatos ancestrales.

Así, el Leviatán bíblico no es un invento aislado, sino una pieza más del rompecabezas mitológico que muchas civilizaciones usaron para representar el abismo, el terror y lo incontrolable del mundo natural. Con el paso del tiempo, sin embargo, esta figura fue reinterpretada por la teología cristiana y por la demonología medieval, transformando al monstruo en un demonio.

 

De monstruo a demonio: la evolución infernal

Durante la Edad Media y el auge del pensamiento demonológico, Leviatán pasó a ocupar un lugar dentro de la jerarquía del Infierno. Fue caracterizado como uno de los siete príncipes infernales, y con frecuencia se le asoció con el pecado de la envidia, ese fuego que corroe en silencio, que destruye desde el interior, que se retuerce como serpiente en el alma de quien desea lo que no puede poseer.

Autores como Peter Binsfeld en el siglo XVI identificaron a Leviatán como el demonio que tentaba a las personas a través de la envidia y la desesperación. Su forma marina, que evoca lo oculto y lo profundo, parecía perfecta para simbolizar esas emociones que habitan bajo la superficie de la psique humana. Otros autores lo vincularon a la herejía y al alejamiento de la fe, como si su abrazo envolviera al alma en una oscuridad helada.

En el Dictionnaire Infernal de Collin de Plancy, Leviatán aparece como el demonio de las profundidades, uno de los guardianes del Infierno, y figura temida por exorcistas y teólogos. Aunque no tan mencionado como Lucifer o Belcebú, su presencia era ominosa, y su evocación, reservada para momentos en los que se sentía que las fuerzas del mal habían penetrado demasiado hondo en el espíritu humano.

 

Representaciones e iconografía del terror

Leviatán ha sido representado de múltiples maneras a lo largo de los siglos. En algunas ocasiones aparece como un enorme dragón marino con escamas negras como el abismo. En otras, como una serpiente con alas y ojos incandescentes, siempre saliendo del mar o envuelto en una tormenta. En los grimorios, su sello demoníaco se asemeja a una espiral que sugiere una caída o atracción hacia el abismo.

En el arte religioso y ocultista, Leviatán suele estar rodeado de agua, tentáculos y oscuridad. Su cuerpo sin fin representa la prisión del alma, el círculo sin salida del pecado y la desesperación. Algunos teólogos lo vieron como el guardián de las puertas del Infierno o incluso como un contenedor de las almas condenadas, como si su vientre fuera un laberinto sin fin donde se pierden aquellos que sucumben a sus tentaciones.
 

En la literatura moderna, Leviatán ha inspirado todo tipo de ficciones. Desde novelas de horror hasta videojuegos y películas, su figura ha resurgido como símbolo del poder oculto, de la amenaza inminente y de lo que no puede ser comprendido. En el universo de H. P. Lovecraft, aunque no aparece con ese nombre, se siente su influencia en los mitos de Cthulhu y otras entidades marinas ancestrales que existen fuera del tiempo y del espacio.


Incluso en la psicología contemporánea, algunos autores han retomado el mito de Leviatán para hablar del inconsciente, de los traumas reprimidos y del poder de lo que no ha sido enfrentado. Como símbolo, Leviatán no ha perdido fuerza, es la criatura que devora desde adentro, la representación del monstruo que nos habita cuando dejamos de mirar hacia la luz.


 

¿Y si Leviatán es más que un símbolo?

En algunas corrientes del ocultismo moderno, Leviatán ha sido reinterpretado como una entidad arquetípica que representa la conexión con las fuerzas primordiales de la creación. Algunos ritualistas lo evocan no como un ser del mal, sino como una puerta hacia el conocimiento de las profundidades del alma. Aquí, Leviatán no es solo destrucción, sino también transformación. Enfrentarlo, en esta lectura, es atravesar nuestras sombras más densas para emerger con un entendimiento más amplio de nosotros mismos.

Por supuesto, no todos ven al demonio con tanta simpatía. Para la mayoría de los exorcistas y practicantes religiosos, Leviatán sigue siendo una fuerza de corrupción y perdición, una presencia cuya mención basta para perturbar la paz espiritual.


Leviatán es más que un monstruo marino. Es un espejo oscuro, un abismo que devuelve la mirada y nos enfrenta con nuestras emociones más turbias, la envidia, el deseo, el rencor. Es la fuerza que duerme bajo la superficie de lo que somos, esperando una pequeña grieta por donde salir.

Y en un mundo donde los monstruos han cambiado de forma —ya no son dragones que escupen fuego, sino adicciones, obsesiones, egos desbordados y miedos sin rostro— Leviatán sigue entre nosotros. Habita las profundidades del alma humana, arrullado por las aguas del inconsciente colectivo.

En La Vereda Oculta, lo invocamos no con cánticos, sino con la palabra escrita, con la intención de explorar sus misterios y advertir sobre su poder. Porque comprender al monstruo es el primer paso para enfrentarlo.

¿Has sentido la presencia de algo grande, oscuro y silencioso acechando desde lo profundo? Tal vez… solo tal vez, el Leviatán ya ha abierto los ojos.

Comparte este artículo si alguna vez te ha atrapado la mirada de lo insondable, si alguna sombra marina se ha agitado en tus sueños… o si simplemente quieres que otros también miren hacia el abismo.


Imagen de encabezado por Leo en Pixabay
Leviatán: El Dragón de las Profundidades y Guardián del Caos  Leviatán: El Dragón de las Profundidades y Guardián del Caos Reviewed by Angel Paul C. on abril 29, 2025 Rating: 5

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