Reiki: La Energía Invisible que Sana


Como ya lo hemos mencionado en otras entregas, desde hace siglos, el ser humano ha intuido que hay más en su cuerpo que carne, hueso y órganos. Civilizaciones antiguas, sabias y olvidadas, sostuvieron que la vida no solo está regida por procesos biológicos, sino por un principio invisible, una fuerza sutil que fluye y anima todo lo que existe. En algunas culturas se le llamó "prana", en otras "chi" o "ki". Y es precisamente esa última palabra —ki— la que forma parte del concepto que hoy conocemos como Reiki, una práctica que, aunque modernamente asociada al maestro japonés Mikao Usui, tiene sus raíces en prácticas ancestrales de sanación a través de la imposición de manos.

 

Antes de Usui, ya se imponían las manos

 En Egipto, existen registros en papiros y jeroglíficos donde los sacerdotes realizaban lo que parecían ser imposiciones de manos para calmar dolores o ayudar en procesos de muerte y renacimiento. En la India, los Vedas mencionan prácticas similares. En el cristianismo, el mismo Jesús imponía sus manos como símbolo de curación espiritual y física. En Japón, las técnicas de "teate" (que literalmente significa "aplicar la mano") eran conocidas desde hace siglos. No estamos ante algo nuevo, sino ante una reformulación moderna de una sabiduría ancestral.



Mikao Usui: el hombre detrás del método

Mikao Usui nació en 1865 en Japón. Era un hombre de múltiples talentos, estudió medicina tradicional china, artes marciales, filosofía, religión y desarrolló un profundo interés por la espiritualidad. En un retiro de ayuno y meditación en el monte Kurama, cuenta la tradición que Usui vivió una experiencia de iluminación que le permitió canalizar una energía sanadora que no provenía de él mismo, sino de una fuente más elevada y universal. Así nació el método que él llamó Reiki, que en japonés puede traducirse como “energía vital universal”.


 

Mikao Usui/Wikimedia Commons

 

Lo interesante de la propuesta de Usui fue que desarrolló un sistema accesible, con niveles de iniciación y una práctica sencilla que cualquier persona podía aprender. A diferencia de otros métodos esotéricos de sanación, el Reiki no requería años de estudio ni dones especiales. Solo disposición, intención clara y una conexión auténtica con esa fuerza invisible que nos atraviesa.

Tras la muerte de Usui en 1926, uno de sus discípulos, Chujiro Hayashi, formalizó el sistema y estableció clínicas de Reiki. Fue a través de uno de sus discípulos, Hawayo Takata —una mujer de ascendencia japonesa nacida en Hawái— que el Reiki llegó a Occidente. Takata fue una figura clave, ya que, introdujo el método en Estados Unidos durante los años 30 y 40, y adaptó la enseñanza para que fuera más entendible desde una perspectiva occidental. A partir de entonces, el Reiki comenzó a difundirse por Europa, América Latina y otras partes del mundo.


 

Los símbolos del Reiki: lenguaje sagrado

Una de las claves del sistema Reiki son los símbolos que se enseñan en los niveles de iniciación. Aunque originalmente eran secretos y solo se revelaban a los iniciados, con el tiempo se han difundido públicamente, aunque se dice que los símbolos conocidos en occidente no son los originales, sino una variante de estos. No por eso han perdido su potencia simbólica. El Cho Ku Rei representa el poder y la activación de la energía; el Sei He Ki trabaja con la purificación emocional y mental; el Hon Sha Ze Sho Nen permite canalizar energía a través del tiempo y la distancia. En niveles más avanzados aparece el Dai Ko Myo, considerado el símbolo maestro, asociado a la iluminación espiritual.

Más que kanjis o simples dibujos, estos símbolos se dice que funcionan como llaves para abrir flujos de energía específicos. Algunos practicantes los visualizan; otros los dibujan con la mano o mentalmente. Se convierten en herramientas de enfoque y canalización, y cada uno lleva una carga vibracional que, según el sistema, activa diferentes niveles del cuerpo sutil.



Variantes modernas del Reiki

Como suele ocurrir con cualquier disciplina espiritual o energética que se globaliza, han surgido múltiples ramas y adaptaciones. Existen hoy versiones como el Karuna Reiki, el Reiki Egipcio, o el Reiki Kundalini, entre otros. Algunas de estas variantes integran símbolos nuevos, combinan elementos de otras tradiciones o enfocan la práctica hacia aspectos específicos como la sanación emocional profunda o el desarrollo psíquico.

Aunque esto ha enriquecido el universo Reiki, también ha provocado confusión y escepticismo, especialmente entre quienes buscan una práctica más fiel al linaje original de Usui. Es importante recordar que ninguna forma de Reiki es superior por sí misma, lo esencial está en la intención, la ética y la conexión real del practicante con la energía que canaliza.

¿Y qué dice la ciencia?

Aquí es donde la niebla se espesa. Desde una perspectiva científica estricta, no hay suficiente evidencia para afirmar que el Reiki cure enfermedades físicas de forma directa. Los estudios serios que se han realizado —aunque limitados en número— sugieren que esta práctica puede tener beneficios importantes como la reducción del estrés, la mejora en la calidad del sueño y una mayor sensación de bienestar general. En el campo de la psiconeuroinmunología, se plantea que estados emocionales positivos sostenidos (como los que pueden generarse tras una sesión de Reiki) tienen un efecto directo sobre el sistema inmune y el sistema nervioso.

Instituciones como el NIH (National Institutes of Health) han clasificado al Reiki dentro de las prácticas de medicina complementaria. Incluso algunos hospitales en Europa y Estados Unidos han integrado el Reiki como apoyo no invasivo para pacientes oncológicos o con dolor crónico. Pero la comunidad científica, en su mayoría, exige más estudios rigurosos antes de otorgarle un aval definitivo.

Reiki no es magia, ni placebo, ni religión. Es una práctica de canalización energética que se sitúa entre lo físico y lo espiritual. Su eficacia depende de variables sutiles que la ciencia aún no sabe cómo medir.



El reikista verdadero y el impostor de feria

En un mundo saturado de gurús de ocasión y sanadores exprés, distinguir a un reikista auténtico de un farsante se ha vuelto necesario. El verdadero practicante de Reiki no promete curas milagrosas ni te vende iniciaciones a precios ridículos por redes sociales. Trabaja desde la humildad, el respeto al proceso personal del otro y la ética energética. Sabe que no es él quien sana, sino que es un canal. Y eso lo diferencia radicalmente de quien se endiosa con títulos rimbombantes, símbolos inflados y actitudes mesiánicas.

Un reikista de verdad tiene formación, pero sobre todo, presencia. Cuando alguien trabaja desde el centro, se siente. La energía no necesita espectáculo.


El Reiki es un enlace entre lo visible y lo invisible. Es una puerta hacia una comprensión más profunda de nosotros mismos, de nuestros dolores y de nuestra capacidad de autosanación. No es una moda ni un producto de Instagram, es una práctica seria, con raíces profundas y efectos que, aunque sutiles, pueden transformar. En un mundo enfermo de prisa y ruido, volver al silencio de las manos puede ser un acto radical.
 

Quizás, como decía Usui, el verdadero objetivo del Reiki no sea sanar el cuerpo, sino despertar el alma.

Tal vez comparta más sobre el tema, ya que he sido discípulo de tres maestros distintos y he practicado el Reiki, así como algunas terapias holísticas conmigo y con algunos familiares, no he pensado en ofrecer servicios de manera que pudiera yo dedicarme de lleno a eso. En tal caso, mejor prefiero compartir lo que sé con ustedes.

 

Reiki: La Energía Invisible que Sana Reiki: La Energía Invisible que Sana Reviewed by Angel Paul C. on junio 11, 2025 Rating: 5

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