Amon, el Confidente del Infierno: El Demonio que Habla del Amor y la Guerra


En los abismos del grimorio goético, donde habitan los nombres malditos y los secretos ocultos tras el velo de lo visible, emerge la figura temida de Amon. Su presencia se encuentra registrada en uno de los textos más enigmáticos de la tradición ocultista occidental, el Lemegeton Clavicula Salomonis, también conocido como La Llave Menor de Salomón, del que ya hemos hablado. Allí se le describe como uno de los Grandes Marqueses del Infierno, comandando cuarenta legiones de espíritus y sirviendo con lealtad a los altos tronos demoníacos. Pero, ¿quién es realmente Amon, y por qué ha sido invocado por siglos por aquellos que buscan poder, conocimiento y venganza?

La imagen que se nos ofrece de Amon no es menos inquietante que simbólica. Su forma, según la tradición demonológica, es la de un lobo con cola de serpiente que, bajo voluntad del conjurador, puede transformarse en un hombre con cabeza de cuervo y dientes caninos. Esta iconografía está lejos de ser gratuita. El lobo representa el instinto y la ferocidad; la serpiente, el conocimiento prohibido; el cuervo, el mensajero entre mundos; y los dientes afilados, el poder destructor de la palabra.

Amon no es un demonio menor. Su especialidad, como muchos ocultistas lo han señalado, se encuentra en la manipulación de los afectos humanos. Se dice que puede crear o deshacer amores, sembrar enemistades irreconciliables o reconciliar enemigos jurados. Es, en esencia, un señor del caos emocional, un titiritero de pasiones humanas. Este detalle ha hecho que numerosos practicantes de magia ceremonial lo busquen no para actos de destrucción, sino para resolver o alterar vínculos afectivos. Aunque su reputación es siniestra, su utilidad en los rituales de invocación lo convierte en un aliado peligroso pero codiciado.

No hay que tomar a la ligera esta dimensión. A lo largo de la historia, las pasiones humanas han desatado más guerras que la razón. En este contexto, Amon se presenta como una entidad que encarna el poder de las emociones llevadas al límite, de los celos, los odios profundos y los amores imposibles. Se convierte, entonces, en un demonio vinculado no sólo a lo oculto, sino a lo esencialmente humano.

Su linaje etimológico también ofrece claves intrigantes. El nombre "Amon" podría vincularse con el dios egipcio Amón-Ra, aunque las similitudes terminan en el nombre. Mientras el dios solar representa la creación y el orden, el demonio Amon simboliza la disolución de vínculos o su perversión. Collin de Plancy en su "Diccionario Infernal", plantea que este vínculo nominal es una degeneración simbólica, una inversión de arquetipos: lo que fue fuente de vida ahora se convierte en fuente de confusión y deseo desbordado.

En otras tradiciones, Amon también es llamado Nahum, y algunas versiones más cristianizadas lo asocian con espíritus caídos que fueron ángeles de sabiduría antes de su caída. Esta interpretación lo vincula a una tradición gnóstica donde el conocimiento y el pecado no están tan alejados como parece. Amon no sería sólo un manipulador emocional, sino también un confidente de secretos antiguos, de verdades perdidas por el mundo moderno.

La iconografía de Amon ha sido retomada por múltiples corrientes esotéricas. Algunos lo colocan en altares negros rodeado de velas azules y rojas, símbolo del deseo y la voluntad. Otros consideran que sus manifestaciones están íntimamente ligadas a los ciclos lunares, especialmente durante las fases menguantes, cuando el mundo visible parece retraerse y la sombra gana terreno. Amon actúa en las penumbras, nunca a plena luz.

En el ámbito de la magia ceremonial, invocar a Amon requiere no sólo preparación ritual, sino un estado emocional específico. No se le llama con alegría ni en calma; su presencia responde mejor a estados de confusión, ansiedad o deseo. Como si fuese un eco del inconsciente humano, se manifiesta donde hay ruptura, y ofrece la alternativa de canalizar esa ruptura para obtener poder, control o entendimiento.

Cabe señalar que el grimorio Ars Goetia —primera sección del Lemegeton— lo describe como un ser que también puede revelar el pasado y el futuro. Este atributo lo conecta con la idea del tiempo cíclico y la predestinación, temas recurrentes en diversas filosofías esotéricas. Amon sería entonces algo más que un simple demonio de los afectos, sería un oráculo infernal, capaz de abrir portales de conocimiento para aquellos que se atrevan a escuchar.

El carácter dual de Amon —amor y odio, creación y destrucción, revelación y confusión— lo sitúa en un espacio intermedio, el mismo que La Vereda Oculta explora con insistencia. No es ni completamente malvado ni absolutamente útil; como toda figura demoníaca, su poder depende de la intención del invocador. Y es ahí donde su misterio se vuelve más profundo. ¿Qué revela Amon? ¿La verdad del otro o la que yace reprimida en nosotros mismos?

En tiempos actuales, Amon ha sido reconfigurado en la cultura popular, aunque de manera fragmentaria. Algunas ficciones lo muestran como una deidad del amor oscuro, mientras que otras lo reducen a una figura más estética que simbólica. Sin embargo, quienes han estudiado su legado dentro de la tradición ocultista saben que su poder sigue siendo tan activo como en los tiempos en que los magos medievales garabateaban sus sellos con sangre sobre pergaminos amarillentos.

Amon continúa vivo en los rituales, en los sueños febriles de quienes anhelan dominar los vínculos humanos, y en los susurros que algunos creen oír cuando la noche cae con un silencio denso y expectante. Su figura se levanta  para mostrarnos que, en el universo del esoterismo, todo lo humano puede ser también profundamente infernal.

 

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Amon, el Confidente del Infierno: El Demonio que Habla del Amor y la Guerra   Amon, el Confidente del Infierno: El Demonio que Habla del Amor y la Guerra Reviewed by Angel Paul C. on junio 10, 2025 Rating: 5

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