Bajo el Hechizo de la Noche y el Despertar del Alba: La Luna y El Sol en el Tarot


La progresión de los Arcanos Mayores nunca deja de sorprender al viajero que se adentra en su laberinto simbólico. Tras el derrumbe de certidumbres que produce La Torre y la esperanza sigilosa encarnada por La Estrella, el camino nocturno se adentra en un paisaje aún más profundo, el reino húmedo y mutable de La Luna. Pero ninguna noche es eterna. Más allá de los velos y los espejismos, irrumpe El Sol, arco triunfal de claridad y vida renovada. En este tramo, el Tarot revela la danza última entre el inconsciente y la conciencia, el miedo y la confianza, la fantasía y la lucidez.

 

El hechizo líquido de La Luna

En la iconografía clásica –desde el Tarot de Marsella hasta el RiderLa Luna se alza sobre un horizonte incierto donde dos torres custodian un sendero serpenteante. Entre ellas, un crustáceo emerge de las aguas primordiales, mientras dos canes aúllan a la luz plateada. No hay solidez ni lógica en esta escena, es territorio de reflejos, de corrientes subterráneas, de sueños que se mezclan con pesadillas. El número XVIII consagrado a esta carta vibra con la energía del doble y de la dualidad, recordando que el 1 y el 8 suman 9, cifra del umbral que precede a un cierre o alumbramiento.

Históricamente, La Luna ha sido asociada a la triple Diosa de las sociedades matriarcales y al arcano femenino por excelencia. La astrología esotérica la vincula con el signo de Piscis y con su regente tradicional, este astro cambiante que gobierna las mareas y el flujo de los líquidos corporales. En la Cábala, La Luna se corresponde directamente con la esfera de Yesod, la novena sefirá del Árbol de la Vida, que alberga el inconsciente colectivo, los sueños y el poder de la imaginación creadora. Yesod actúa como un espejo etéreo donde las formas toman consistencia antes de descender a Malkut, el plano físico. Por ello, este arcano nos remite a las corrientes psíquicas que inspiran, confunden y, finalmente, moldean la realidad.

Psicológicamente es la carta del inconsciente profundo. Carl Jung vislumbraría en ella el dominio de la “anima” y en la modernidad se la relaciona con la sombra emocional que emerge en los procesos terapéuticos. Aparece cuando los miedos infantiles llaman a la puerta o cuando los límites entre la razón y la fantasía se vuelven porosos. Es el territorio de la regresión, la hipnosis, el arte visionario y los estados alterados de conciencia.

Sin embargo, temer a La Luna es desconocer su promesa. Toda travesía espiritual exige atravesar hasta lo más profundo. Allí donde el cangrejo simboliza el retorno al origen acuoso, los perros –domesticados y salvajes– representan los instintos que vigilan la puerta. Caminar bajo su luz es aceptar que la razón no basta y que el conocimiento intuitivo puede guiar mejor que cualquier mapa.


 


 

 

El alba dorada de El Sol

Al otro lado del velo onírico se levanta El Sol con su fulgor de mediodía. Numerado XIX, su valor se reduce a 10 y luego a 1, evocando un reinicio absoluto tras la larga noche psíquica. En la escena tradicional, un astro radiante preside el firmamento mientras dos infantes –hermanos gemelos o la versión redimida de los canes de La Luna– juegan desnudos frente a un muro que marca la frontera del jardín interior. Todo es transparencia, inocencia, vitalidad.

Astrológicamente, El Sol se asocia al signo de Leo y al propio astro rector de nuestro sistema, símbolo del Yo elevado, la identidad luminosa y la voluntad creativa. En la Cábala, se ubica en el sendero que conecta Hod con Yesod, nos muestra que la claridad mental y la intuición solo fructifican si descienden hasta el depósito de la vida. Representa el Tiferet oculto que irradia belleza y equilibrio cuando el adepto remonta la escalera de los sefirot.

Históricamente, la adoración solar se remonta a civilizaciones como la egipcia –con Ra– o la inca –con Inti–, donde el astro rey encarnaba la garantía de fertilidad y continuidad. El Sol del Tarot recoge ese linaje y lo proyecta en el triunfo interior, no es tanto un éxito material como la sensación exaltante de haber encontrado el núcleo verdadero de uno mismo.

Desde la psicología profunda, El Sol simboliza la individualización, el momento en que la persona integra los impulsos, las heridas y los complejos para brillar con autenticidad. Es la energía que legitima, el calor que cura, la luz que revela sin quemar cuando se administra con prudencia. Pero su brillo también puede enceguecer si se confunde seguridad con narcisismo.

 


 

 

Entre brumas y amaneceres: diálogo de dos luminarias


La Luna y El Sol no son cartas enemigas, sino partes de un mismo ciclo. La Luna es el heroico descenso a la psique, exigiendo confianza en la intuición más allá del control racional. El Sol recompensa ese descenso con claridad, vitalidad y renovación creativa. Una revela lo que el ojo diurno no ve; la otra confirma que el viaje valió la pena.

Cuando aparecen juntas en una lectura, describen el proceso de un despertar profundo. Primero anuncian la confusión, las pruebas y los espejismos; luego celebran la claridad, la integración y la alegría genuina. Nos indican que la evolución no es línea recta, sino espiral que atraviesa noches para merecer sus amaneceres.

Para el viajero de La Vereda Oculta, este par subraya la importancia del equilibrio entre imaginación y racionalidad. Quien se queda solo en La Luna corre el riesgo de naufragar en delirios. Quien se planta únicamente bajo El Sol termina esclavo de su propia imagen. Solo en la alternancia armoniosa puede brotar la verdadera iluminación.

 

Resonancia contemporánea: el mito en la pantalla azul

En un mundo saturado de pantallas, la simbología lunar resuena en la cultura de lo virtual, timelines infinitos, identidades líquidas, fake news que seducen como espejismos nocturnos. El Sol, por su parte, representa la necesidad de transparencia, autenticidad y energía vital en medio de un entorno que a menudo estimula la sobreexposición vacía. El tarot, al plasmar este contraste, sigue revelando su actualidad feroz.

La Luna llama a reconectar con los ritmos biológicos, con el silencio interior y con las aguas que guardan la memoria colectiva. El Sol, en cambio, impulsa la acción positiva, proyectos creativos, comunidad, expresión genuina. Juntos, ofrecen la brújula perfecta para tiempos donde las certezas tambalean y la oscuridad informativa amenaza con eclipsar la esperanza.



La próxima vez que estas cartas emerjan en tu tirada, recuerda: si La Luna te abraza con su niebla, permite que guíe tu intuición sin aferrarte al miedo. Si El Sol te baña con su luz, recibe su calor con gratitud, pero sin olvidar las lecciones del sueño. Porque en La Vereda Oculta, cada sombra es preludio de un resplandor, y cada destello guarda aún un fragmento de noche.

Imagen de encabezado creada con Sora IA

Bajo el Hechizo de la Noche y el Despertar del Alba: La Luna y El Sol en el Tarot  Bajo el Hechizo de la Noche y el Despertar del Alba: La Luna y El Sol en el Tarot Reviewed by Angel Paul C. on julio 03, 2025 Rating: 5

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